Sin cencerro

Miércoles, 03 de Junio de 2020 17:30

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Antes del encierro una nunca estaba en casa. Estar de estar. No de dormir o dar vueltas en la cama. No de levantarte, ducharte y salir pitando al atasco. No de llegar derrengada y cenar ante la tele debatiéndote entre el hambre y el sueño. No de salvar las compras, compromisos y planes de los fines de semana como quien salva obstáculos. Estar de estar. De no tener que pasar fuera 12 horas diarias. De poder dejar el culo impreso en el sofá una velada. De oír crujir las tuberías de tus tripas y de tu casa. De ver cómo cambia la luz del salón a lo largo de la jornada. Estar de estar contigo mismo. Pero, sobre todo, estar de echarle cuenta a los tuyos más allá de constatar que están vivos. De saber de qué neuronas cojean. Qué temen. Qué piensan. Qué sueñan. Qué les saca de quicio de ti, y a ti de ellos. Estar de cuidar y ser cuidado. De oír y ser oído. De reír, de llorar, de aburrirse, de reñir y hacer las paces. De contestar llamadas y mensajes de familia y amigos que antes ignorabas por falta de tiempo, o de ganas, o de fuerzas, o de todo eso junto. A todo eso nos ha dado tiempo estos meses entre paréntesis. A trabajar, sí, quienes pudimos hacerlo. Pero sobre todo a vivir de otra manera. Seguir leyendo

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